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Océanos: de última frontera a alfombra para esconder nuestros deshechos

En el Día Mundial de los Océanos, desde el Área de Medio Ambiente de Izquierda Unida deseamos hacer una serie de reflexiones sobre la situación de los mares y su conservación para preservar la biodiversidad marina.

Ya nadie se extraña al ver imágenes de islas de plástico o playas y ríos abarrotados de estos materiales. Que un plástico caído al mar en la península pueda llegar al mar del Norte, al círculo polar y luego bajar en camino inverso al polo sur siguiendo las corrientes marinas, nos tiene que hacer entender que todo lo que hacemos en nuestro día a día puede afectar a la totalidad de los océanos; todo lo que hacemos en tierra tiene consecuencias en los mares.

La comunidad científica ya ha demostrado que la subida de las temperaturas en tierra por el cambio climático afecta a las corrientes marinas, cambiando sus cursos e incluso pudiendo llegar a invertirlas, produciendo un desastre ambiental sin precedentes.

Y si bien el problema es global, es fundamental que toda la sociedad, tanto la administración como la ciudadanía, interioricemos que las acciones locales son imprescindibles en la solución, pero sin olvidar que del mismo modo cualquier agresión en nuestros mares afecta a los océanos de todo el planeta y a su biodiversidad.

En el medio marino, los impactos sobre la biodiversidad y los ecosistemas, así como en la pesca y acuicultura, estriban fundamentalmente en al aumento de temperatura, la acidificación y la pérdida de oxígeno. Cambios en la distribución y abundancia de especies de flora y fauna marina o el establecimiento de especies invasoras nos lleva a una situación crítica también en el sector pesquero, sumado a otros impactos como contaminación de los ecosistemas o presión urbana.

En el litoral el cambio climático representa una amenaza importante: el ascenso del nivel del mar, los eventos extremos o los cambios en la temperatura del agua, así como la sobreocupación de la costa va llevar a las zonas costera a una situación extrema en la que, no solo dejará expuestas a comunidades enteras, sino que pondrá en riesgo al sector turístico que puede verse seriamente afectado y, con él, el futuro de muchas familias que viven de él.

Depositar correctamente un residuo es una actitud de concienciación y responsabilidad personal, pero velar porque se haga de una forma adecuada, es responsabilidad de la administración, a través de campañas, normativas, actuaciones y decisiones políticas.

Son varios los grupos ecologistas que nos han recordado que el Océano empieza en los sumideros de nuestras ciudades, no es un mero eslogan, es una realidad. Una realidad que pasa por una mayor concienciación en lo personal, pero también en que las leyes se dicten para que no se pueda comercializar nada que no pueda y deba ser reciclado o reutilizado, además de mejorar los procesos de depuración de aguas para minimizar los residuos que llegan a nuestros ríos y por tanto a nuestros mares.

Pero no solo las materias líquidas o sólidas con las que contaminamos el mar son un problema que nos interpela a todas las personas, sino que también, durante las últimas décadas, los océanos se han transformado de última frontera por descubrir en alfombras utilizadas por el capitalismo para esconder de la vista de la ciudadanía las consecuencias de su voracidad. Todos recordamos aun el  lanzamiento de bidones de productos tóxicos o radioactivos de finales del pasado siglo son un claro ejemplo de ello.

Hay otros ejemplos de cómo se está afectando al medio ambiente marino, por ejemplo, la propagación sin control del alga ‘Rugulopterix okamurae’ por el Estrecho de Gibraltar, Huelva y Málaga que afecta a la pesca y al turismo, dos polos de trabajo fundamental en la zona. Esta propagación ha sido provocada por la forma en la que consumimos, con un abuso incontrolado de la deslocalización de todo tipo de producción, ya que la misma es originaria de aguas templadas cercanas a China, Corea, Filipinas y Japón y se piensa que llegó a bordo de alguno de los buques que surcan el Estrecho a través de las sentinas de éstos.

Si nos parecen pocos los innumerables ataques que estamos realizando al medio oceánico, acabamos de rizar el rizo, y ante el desabastecimiento de materias primas esenciales y tierras raras, ahora se propone la minería submarina, algo que a todas luces será un desastre para los ecosistemas marinos  donde se realice, pero que terminará afectando a la globalizad del planeta, aun así la ambición desmedida del capitalismo nos conduce a un desastre anunciado de no cambiar radicalmente nuestra relación con el entorno.

Una forma de proteger el medio marino y los océanos es a través de la protección marítima del litoral. Una tarea por hacer, ya que a pesar de tener 7.661 km. de costa, las áreas costeras protegidas se limitan a 54, de las que tan sólo un 15% cuenta con planes de gestión y más del 80% de las mismas carece de recursos suficientes para cumplir los objetivos básicos de conservación. Eso supone entre un 10%  y un 13% de conservación. Además, un 10% de estos espacios deben estarlo bajo una figura de protección integral, sin actividad ni impacto humano, pero en el Estado este tipo de áreas solo suponen un 0,2% de la superficie marina protegida.

Esta situación nos sitúa lejos del objetivo planteado por la UE de proteger un 30% de los mares y océanos de la Unión Europea a través de la figura de Áreas Marinas Protegidas (AMP);  igualmente la UE urge a los estados miembros a ampliar las zonas de recuperación de poblaciones de peces en el marco del Programa Común de Pesca (PPC), con un doble objetivo: aumentar el porcentaje de cuotas nacionales asignados a la pesca costera a pequeña escala y facilitar significativamente la transición hacia la gestión sostenible de la poblaciones de peces.

Como vemos hay mucho trabajo por hacer, la protección ambiental y los recursos naturales del mar deben de ser atendidos desde la prevención, reducción y control de las distintas formas de contaminación, hasta la protección de espacios marinos o de especies en peligro de extinción, pasando por la conservación de los recursos pesqueros.

Tristemente algunos empiezan a mirar a los océanos como un problema, debido a la ya incuestionable subida del nivel del mar y los problemas que esto trae y traerá: desplazamientos de población, modificación de los perímetros costeros y las pérdidas de infraestructuras, o los previsibles destrozos por nuevos y reiterados fenómenos meteorológicos en las costas.  Cada uno de estos problemas que supondrán miles de millones, tiene su solución en tierra, con un cambio de modelo económico, en el que se prioricen las necesidades básicas de la población, que evite la sobre explotación de los recursos naturales. Sólo un modelo alternativo al del capitalismo depredador, sólo otro tipo de movilidad, otro tipo de modelo de consumo y de relación con los espacios naturales, será la solución para unos océanos sanos.

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