Querida compañera, querido compañero,
Hace cinco años recuperé una metáfora del filósofo de la ciencia Otto Neurath para describir la situación por la que atravesaba entonces Izquierda Unida. En aquel momento, la política española se había acelerado y la crisis de régimen se manifestaba parlamentariamente con la desaparición de algunos partidos políticos y la irrupción de otros nuevos. A la militancia de IU nos correspondía entonces renovar nuestra organización para que sobreviviera a ese tiempo tan convulso, y además teníamos que hacerlo sin dejar también de acelerar. Era tanto como reparar nuestro barco directamente en alta mar, sin la posibilidad de contar con los recursos y la tranquilidad que se derivan de una reparación en tierra firme y teniendo que sortear olas gigantes con capacidad para hundirnos. Cinco años después, a punto de comenzar el año 2020, seguimos a flote y recuperados plenamente.
No obstante, lejos de ser un tiempo de estabilidad política, este 2019 ha expresado agudamente muchas de las contradicciones del sistema. La crisis política ha empeorado y de ello es manifestación las dos convocatorias extraordinarias de elecciones generales, en abril y noviembre. Tal es la situación que… ¡aun seguimos con los Presupuestos del PP! Junto con el resto de elecciones, las escisiones, el conflicto territorial y el ascenso del discurso de las extremas derechas, el año 2019 describe una crisis de régimen que está lejos de cerrarse.
Ciertamente, los retos para los próximos años no son menores. A la crisis climática, que amenaza con destruir de forma irreversible las bases naturales de nuestras sociedades, y a la persistencia del patriarcado criminal, justamente contestado desde el feminismo, debemos sumar el peligroso ascenso de los movimientos derechistas en todo el mundo. Sólo en Europa, la extrema derecha ya gobierna en Hungría y Austria, mientras que también encabeza las encuestas en Francia, Italia, Finlandia y Suecia. Estos indicadores alertan de que sectores sociales cada vez más numerosos se ven atraídos por soluciones reaccionarias y autoritarias, cuando no directamente neofascistas. Un panorama sombrío que debemos ser capaces de cambiar.
Afortunadamente, cinco años después de aquella descripción con la que comenzaba esta carta, podemos decir que como organización hemos superado los obstáculos que se nos han presentado. No era fácil, y probablemente no todos contaban con este resultado, pero la militancia de Izquierda Unida hemos demostrado en este tiempo una gran capacidad combinada de resistencia y resiliencia. Hace aún algunos meses había quien nos creía muertos y, sin embargo, en el último órgano convocado nuestro debate ha versado sobre la idoneidad de entrar en el Gobierno de España. Un contraste de notable importancia.
Es más, una abrumadora mayoría de militantes de Izquierda Unida ha apoyado entrar a gobernar, en lo que creo que es una clara demostración de responsabilidad. No se trata solo de su significado como fenómeno histórico, en tanto que desde las elecciones de 1936 no se forma un gobierno de coalición con presencia de partidos a la izquierda de la socialdemocracia, sino sobre todo porque estamos ante un conjunto de oportunidades que no debe despreciarse a la ligera. Quizás, de hecho, estemos ante la última oportunidad para que las cosas no empeoren de manera irreversible. Quizás sólo a través de esta fórmula sea posible cerrar el paso a la salida de la crisis de régimen por la derecha. Quizás sólo con un gobierno que se abra al diálogo pueda frenarse la escalada del conflicto que buscan los nacionalistas intransigentes de toda bandera. Quizás sólo con un gobierno que blinde los servicios públicos podamos revertir el crecimiento de las extremas derechas y mejorar la vida de las familias trabajadoras. Se trata de algunas pocas oportunidades que necesitamos explotar.
El documento programático que presentamos ayer, además de tratarse de un muy buen acuerdo para un pacto de coalición más que necesario, nos permite estar en condiciones de mejorar mucho la vida de las familias trabajadoras. La situación no está exenta de riesgos, pero es evidente que merece la pena transitar este camino y que, de hecho, es lo que en este momento histórico nos corresponde como organización. Al fin y al cabo somos mucho más que un grupo humano que comparte valores y principios; somos también quienes portamos una herencia histórica de lucha que debe preservarse para el tiempo posterior.
Nosotros y nosotras somos contingentes a nivel individual, pero el proyecto político que representamos tiene una validez y fuerza de carácter estructural. Hasta ahora hemos sabido estar a la altura y estoy convencido de que seguirá siendo así también en el próximo año. Si lo vemos con perspectiva, creo que hay fundadas razones para estar orgullosos de nuestro trabajo y, por ende, para celebrarlo en estos días que quedan de fiesta.
Os deseo una muy buena y feliz entrada de nuevo año.
Salud y República,
Alberto Garzón Espinosa
Coordinador Federal de Izquierda Unida