Hace unos años, la Dirección General de Tráfico (DGT) hacía público que el 70% de los chavales de 11-12 años iban acompañados a la escuela por un adulto y en una buena parte de los casos en automóvil, hasta el punto que se calculaba que el 20% del tráfico de las ciudades eran escolares que se dirigían a su colegio en el coche de sus padres o abuelos o acudían por la tarde a actividades extraescolares.
El impacto de estas conductas en la salud de los más pequeños no puede ser más perniciosa. Por un lado los casos de obesidad infantil, asociados también a los hábitos sedentarios afectan al 18% de este colectivo, según un informe hecho público por Save The Children en este mes de abril. Por otro lado, los niños y niñas son uno de los grupos de población más sensibles a la contaminación atmosférica y existe evidencia de que una alta contaminación del aire puede afectar incluso a su rendimiento escolar diario, exacerbando las enfermedades respiratorias, la fatiga, el absentismo y los problemas de atención.
En el campo emocional, diferentes investigaciones, como la publicada recientemente por la Universidad de Granada, apuntan a los beneficios que tiene ir a la escuela de una manera activa (andando, en bicicleta o en patinete) en el bienestar integral de los menores, no solo en los aspectos físicos, también en los sociales, emocionales y académicos.
Ir a clase de esta manera mejora la autoestima, la autonomía de los niños y niñas y su salud individual.
Numerosos colectivos, de educadores, familias, medioambientalistas, etc., vienen reclamando un cambio en este modelo de movilidad escolar. Desde el año 2020, en Catalunya, Asociaciones de Famílias de Alumnos (AFA), en colaboración con entidades vecinales, vienen realizando cada primer viernes de mes cortes de tráfico a la salida del colegio para reclamar una mayor pacificación y seguridad de los entornos escolares, menos contaminación y menos ruido.
Durante el curso 20/21 ya fueron 12 jornadas de protesta y más de 100 centros movilizados en 17 ciudades de toda España. Es lo que el movimiento ha denominado la #RevueltaEscolar.
Pues bien, este 6 de mayo, la movilización alcanza dimensión europea. La coalición europea de ONG y grupos de base “CleanCities” que tiene como objetivo alentar a las ciudades a hacer la transición a la movilidad sin emisiones para 2030, ha convocado una jornada europea de reivindicación de calles abiertas para la infancia, entornos escolares seguros, aire limpio y autonomía infantil. Una jornada que se está planteando en términos divertidos y altamente participativos. La campaña defiende la movilidad activa, compartida y eléctrica para un futuro urbano más habitable y sostenible, que también requiere la eliminación gradual. Se demandan colegios limpios de tráfico motorizado y aumentar la movilidad activa. Un propósito noble, vanguardista y conectado con la transformación del espacio público que muchas ciudades abordan en la actualidad.
Desde Izquierda Unida queremos mostrar nuestro más amplio respaldo a esta convocatoria, invitar al conjunto de las comunidades educativas de nuestro país y al conjunto de la ciudadanía a respaldar esta iniciativa.
La consecución de una movilidad escolar sostenible, es decir basada en la primacía de los desplazamientos a pié, en bicicleta, patinete o transporte colectivo, es un ejemplo tangible de que el Decrecimiento es perfectamente compatible, no solamente que una reducción de la contaminación y la emisión de los gases de efecto invernadero, sino de una vida más saludable y feliz.
La acción del 6 de mayo tiene que servir para seguir cambiando nuestro modelo de ciudades y regiones radicalmente. No podemos seguir perpetuando sistemas basados en la movilidad en coche ya que conduce a entornos insostenibles que obliga a aumentar la demanda de recursos finitos.
Nuestras ciudades y regiones tienen que plantearse de forma integral que los recursos que precisan estén incorporados en su entorno para reducir, como primera necesidad, los kilómetros que nos movemos y los que se mueven los recursos que consumimos.
Por ello es necesario que el movimiento de las Clean Cities o la Revuelta Escolar, se reflejen en cambios en los hábitos personales, pero también en medidas que deben de tomar a cabo las instituciones. Es imprescindible que los ayuntamientos pongan en marcha un nuevo reparto de los espacios públicos donde primen los espacios para las personas frente a la preponderancia del automóvil, pacificando el tráfico, construyendo carriles ciclables que puedan ser usados profusamente por bicicletas y los nuevos VMP, que se potencie el transporte público colectivo, especialmente el ferrocarril y los medios electrificados.
Pero también, las Comunidades Autónomas deben mantener abiertos los centros escolares rurales. Para que los niños y y niñas de las zonas rurales puedan ser escolarizadas en su entorno. Debe de detenerse el cierre de unidades y centros de la red pública que están llevando a cabo algunos gobiernos regionales, todas las familias y todos los entornos urbanos deben de gozar de centros educativos públicos y de calidad, que permitan a los escolares acudir a un centro próximo a su domicilio.
El derecho a la calle de los niños y niñas, producto de una política de decrecimiento, debe sumarse a esos derechos compatibles con este objetivo el derecho a la vida y que esta sea digna; el derecho al trabajo; el derecho a la vivienda; el derecho a la sanidad, el derecho al agua o la energía, o el derecho a la cultura.