Con estas palabras cerraba la eurodiputada de Izquierda Unida su discurso en la presentación de candidaturas a la presidencia del Parlamento Europeo. Una votación que finalmente ganó la conservadora maltesa Roberta Metsola, en una elección que ha estado marcada por el pacto que ha unido desde el grupo socialdemócrata la extrema derecha, pasando por liberales y populares.
Rego, con el aval del grupo parlamentario de La Izquierda, ha mejorado los resultados de la primera elección (los cargos del Parlamento se eligen al comienzo y a la mitad de la legislatura), alcanzando 57 votos, lo que valora como “un buen resultado para un grupo que cuenta con 39 escaños en la Cámara”.
En su intervención reclamó la construcción de “una alianza democrática amplia entre quienes nos situamos enfrente de la barbarie reaccionaria para construir juntas un nuevo consenso que sitúe el bien común y los derechos sociales en el centro”. Y es que si algo estaba en juego en esta votación era testar el rumbo que los grupos parlamentarios quieren dar a la segunda parte de la legislatura europea. Dos alianzas eran posibles: o que se mantuviese la gran coalición que agrupa a socialdemócratas, liberales y populares, o articular una nueva mayoría que cohesionase a verdes, socialdemócratas y la izquierda. Finalmente fue la primera opción la que se impuso.
Además, en esta ocasión, la gran coalición hace aguas por su flanco derecho. Si bien la clásica línea argumental para defender este tipo de pactos es frenar a la extrema derecha, en esta ocasión los extremistas también han formado parte del acuerdo. Diputados y diputadas socialdemócratas han terminado votando en el mismo sentido que lo han hecho los del grupo al que Vox pertenece: a una candidata de derechas y antiabortista. Según Rego: “decíamos en nuestro discurso que la derecha es demasiado permeable a los planteamientos extremistas. Los resultados y la retirada del candidato de la extrema derecha nos dan la razón”. Y es que Kosma Zlotowski, el eurodiputado polaco que encabezaba la candidatura de ECR, grupo parlamentario de extrema derecha, se retiró en el último minuto de la carrera presidencial.
“La extrema derecha le ha declarado la guerra a los derechos humanos porque en su modelo estrecho de sociedad sobramos la mayoría. Su proyecto es el de una minoría que necesita enfrentar a los de abajo para que los de arriba se sigan enriqueciendo a costa de nuestra precariedad. Ellos le han declarado la guerra a los derechos humanos, nosotras luchamos por abolir la injusticia y la desigualdad”, decía la eurodiputada de Izquierda Unida en un discurso de honda raíz antifascista y democrático, centrado en la construcción de un bloque progresista capaz de dar respuesta a los problemas actuales como la crisis ecosocial o “una salida justa a la crisis que ha generado la pandemia, defendiendo el empleo y los servicios públicos”.
Según Rego, “tras este resultado, ahora más que nunca, necesitamos alejarnos de una extrema derecha que sólo trae miedo, odio y violencia para que los derechos de todas se conviertan en el privilegio de unos pocos”. Y es que a la vista de los resultados, hay una alternativa progresista y antifascista en el Parlamento, pero falta la voluntad política de articular una realidad que cada vez es más común en países europeos (como es el caso de España o Alemania), pero a la que este organismo parece resistirse.