Querida compañera, querido compañero,
Este año 2020 que ahora termina ha sido de enorme dificultad. Las víctimas de la pandemia más grave en cien años se cuentan por miles, y nuestro país ha atravesado momentos de mucha tensión política y social como consecuencia de las medidas que son necesarias para combatir la crisis sanitaria. Muchas de las personas que nos han dejado eran compañeros y compañeras de nuestra organización, y no puedo sino aprovechar esta misiva para mandar de nuevo un mensaje de condolencia a sus familiares, amistades y seres queridos. En estos momentos tan duros, nuestro recuerdo está con las víctimas y sus familias.
Durante este 2020 la vida ha transcurrido de un modo muy diferente al que imaginamos cuando comenzamos el año. De hecho, todo a nuestro alrededor ha sido afectado por esta conmoción sanitaria, social y económica. Los períodos de confinamiento en casa, la necesidad de restringir los contactos sociales y las nuevas formas de organización del trabajo a distancia, entre otras cosas, son ejemplos del trastorno que en nuestras vidas ha provocado la pandemia. A nivel de organización, gran parte de nuestra actividad ha estado limitada por las mismas restricciones e incluso nos hemos visto obligados a aplazar nuestra asamblea federal en dos ocasiones por no darse las condiciones óptimas para su celebración. Además, durante estos meses también nos ha dejado nuestro amigo y compañero Julio Anguita, ex coordinador de IU y exsecretario general del PCE, lo que ha supuesto un fuerte impacto emocional para nuestra organización.
A pesar de todo, el año termina con una imagen de una gran fuerza simbólica: la de nuestro sistema sanitario vacunando a la población más vulnerable. Como se ha dicho, es el principio del fin de la pandemia. Todavía queda bastante tiempo hasta que podamos cantar victoria, y mientras tanto tendremos que seguir alentando la responsabilidad ciudadana al tiempo que desplegamos nuevos mecanismos de protección social y económica, pero sin duda estamos ante un hito que cambiará la trayectoria de esta pandemia. La eficaz investigación científica a nivel mundial nos ha proporcionado en un tiempo récord una vacuna con la que más temprano que tarde volveremos a poder relacionarnos y vivir como antes. Este hecho pone de relieve, una vez más, la crucial importancia para una sociedad tanto de la investigación científica como del sistema público de salud.
Ahora bien, los retos que tenemos por delante como sociedad, como país y como organización son numerosos. Permitidme que aproveche la oportunidad para señalar algunos.
El pasado 22 de agosto se superó la biocapacidad del planeta, lo que simbólicamente representa el punto a partir del cual utilizamos recursos que no se pueden regenerar en el mismo año. Por lo tanto, ello significa que el sistema capitalista de producción y consumo es insostenible y que las reformas necesarias en la economía deben ser intensas, radicales y sobre todo dirigidas al objetivo de preservar la vida. Nunca será suficiente recordatorio: sin planeta no hay base material sobre la que elevar sociedad humana alguna. Aunque sea una tarea para realizar a nivel mundial, nuestro país tiene el deber específico de realizar una eficaz transición ecológica en el menor lapso posible, de modo que consecuentemente los recursos económicos deben orientarse a este objetivo vital de carácter básico. Ningún movimiento de corto alcance o de coyuntura puede ignorar esta imperiosa necesidad.
Como se sabe, los fondos europeos que van a contribuir a abordar las consecuencias económicas de la pandemia podrán ser utilizados a tal fin. Pero la transición ecológica debe incorporar otros objetivos. En el caso de nuestro país, debe entenderse que lo principal es facilitar una senda de modernización y desarrollo económico que nos permita actualizar nuestra estructura productiva. Si ello se lleva a cabo de manera adecuada, los salarios podrán subir y dejaremos atrás el largo historial de precariedad que arrastra nuestro país. Esta tarea sólo podrá llevarse a partir de una alianza con los sectores modernos de nuestra sociedad, incluyendo a un determinado tipo de empresarios que sí tienen intereses en convertir a España en un país económica y tecnológicamente puntero y con salarios altos.
Sin embargo, tal y como se está viendo en las últimas semanas, las resistencias a mejorar las condiciones laborales de la clase trabajadora son fuertes y proceden de los mismos focos de siempre: una cultura empresarial y unos economistas que siguen pensando en clave de ajuste neoliberal para hacer frente a la crisis económica y que ni siquiera llegan a concebir con toda plenitud el papel positivo que juegan los salarios en estimular la economía. Desde Izquierda Unida seguiremos defendiendo recuperar los derechos laborales perdidos en la última década para que, junto con la modernización productiva, podamos aspirar a mejores niveles de vida de las familias trabajadoras.
Pero es importante que asumamos que la cuestión política central no va sólo de un conflicto alrededor de cómo se configuran las relaciones laborales, sino de algo mucho más profundo: estamos hablando de un conflicto en torno al poder. Los elementos conservadores de nuestro país pueden llegar a tolerar el despliegue del escudo social e incluso que arranquemos determinadas conquistas en el ámbito laboral, pero se opondrán con más ferocidad a todo lo que conlleve una redistribución del poder y la riqueza en nuestro país.
Al final, cuando hablamos de modernización y desarrollo hablamos de romper con la cultura política clientelar, rentista y especulativa que ha sostenido los modelos de crecimiento promovidos por la derecha. Existe un vínculo entre los “milagros económicos” de Rodrigo Rato y Aznar, los innumerables casos de corrupción política del PP en torno a la concesión de licencias de suelo y otros proyectos relacionados con el ladrillo, el saqueo brutal a las cajas de ahorro a través de las cuáles se financiaba la red, y una cultura empresarial oligárquica acostumbrada a vivir de las concesiones públicas y del dinero público. Esta red expresa un poder, ideológicamente cohesionado en torno al nacionalismo español, que va más allá de los aparatos de partido. Y es aquí donde debemos ubicar los casos de corrupción que han afectado a la monarquía durante los últimos años, no por casualidad también vinculados a las concesiones públicas.
Por todas estas razones, el proyecto republicano que defendemos va también más allá de la jefatura de Estado. Por supuesto que entre nuestros valores se encuentra la aspiración a democratizar también los vestigios feudales, pero es mucho más importante construir una solución política a las crisis ecológica, territorial, económica, social y política por la que atraviesa nuestro país. Precisamente la República condensa todas las soluciones deseables a estas crisis, pues República significa modernización y desarrollo, Estado federal plurinacional, Estado social avanzado y ecología política y feminista.
Estos objetivos son ambiciosos, pero también apasionantes además de necesarios. Estoy convencido de que, como hasta ahora, toda la militancia de Izquierda Unida estará a la altura de una situación como esta. Tras ochenta años, militantes de la izquierda transformadora nos sentamos en el Consejo de Ministros en representación de unos principios y valores que siempre han empujado al avance social para las familias trabajadoras. Al mismo tiempo, trabajamos en la recomposición de los tejidos sociales que el neoliberalismo ha debilitado o destruido en las últimas décadas. Nadie dijo nunca que fuera fácil, pero creemos que es justo y necesario combatir por ello. A lo largo del próximo año 2021 tendremos nuevas oportunidades para seguir avanzando.
Feliz año nuevo, Salud y República,
Alberto Garzón Espinosa
Coordinador Federal de Izquierda Unida