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“Por fin llegó”, posición del Área de Medioambiente de Izquierda Unida sobre la aprobación en el Congreso de la Ley de lucha contra el Cambio Climático

La reciente aprobación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética en nuestro país ha sido resultado de un trabajo largo e intenso del Grupo Parlamentario de Unidas Podemos.

Y no sólo en este periodo parlamentario: recordemos que ya hace dos legislaturas nuestro grupo registró su propio texto para conseguir que en España tuviéramos una ley que permitiera garantizar un marco legal para impulsar y adoptar los acuerdos internacionales en la lucha contra el cambio climático y que la transición energética fuera un hecho.

Esta ley, también, viene de la mano y el empuje de las organizaciones sociales que pusieron en pie a la juventud de nuestro país para demandar un futuro frente a la situación de colapso ecosocial. Y, por supuesto, no podemos olvidar el trabajo realizado por nuestra organización, Izquierda Unida, para poner en agenda la lucha contra la crisis ambiental desde hace años, tratando de que en esta lucha estuvieran presentes, e implicados, los movimientos sociales y sindicales.

La aprobación de la ley constituye un primer paso fundamental e indispensable para seguir avanzando en el cumplimiento de los objetivos que la comunidad internacional y científica nos marca para evitar llegar al punto de no retorno y, por tanto, al escenario de colapso.

Desde el documento inicial se ha trabajado para mejorar el texto y recoger objetivos más ambiciosos. Junto a distintas organizaciones y colectivos, se ha buscado incorporar una mirada amplia, yendo más allá de la mera transición energética y entendiendo que esta ley no podía ser un texto cosmético con algunas medidas de lavado verde (greenwashing). Fruto de ese trabajo se consiguió aumentar los objetivos de reducción de emisiones, porcentaje de energías renovables en el consumo de energía final, y en el sistema eléctrico, y eficiencia energética, o establecer la prohibición de la minería de uranio, archivando cualquier procedimiento relacionado con la autorización de instalaciones radioactivas para su procesamiento que estuviera en marcha. Abordar la lucha por la protección de la biodiversidad o medidas en materia de movilidad han sido, asimismo, algunas de las cuestiones introducidas en el texto.

En cuanto a los objetivos de reducción de emisiones a los que hacíamos referencia, los titulares sobre los conseguido son: el porcentaje de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 (con respecto a 1990) asciende de un 20% a un 23%; porcentaje de renovables en el consumo total de electricidad en 2030 asciende de un 70% a un 74%; porcentaje de renovables en el consumo final de energía asciende de un 35% a un 42% y, por último,  el porcentaje de reducción de consumo de energía primaria (eficiencia energética) asciende de un 35% a un 39,5%.

Sin embargo, no dejamos de ser conscientes de que este es un primer paso: necesario, pero no suficiente.

Ahora es cuando empieza en verdadero reto: en primer lugar, para garantizar que no queda en un bonito documento aprobado y metido en un cajón. Hemos de trabajar desde ya para que lo contenido en la ley se desarrolle a través de los distintos mecanismos, y para que sea puesto en marcha a la mayor brevedad. También, cómo no, impulsar una ofensiva hacia todas las administraciones con competencias en materia climática: desde el plano autonómico al local, todas tienen tareas que desarrollar, y no vamos a dejar de reclamar que se asuman las responsabilidades. Y hacia arriba, instando a las organizaciones internacionales y la propia Unión Europea a que sea más valiente y desarrolle compromisos vinculantes.

Entendiendo, además, que esto no es una foto fija: la propia ley recoge la necesidad de revisión de los objetivos en 2023, y cada 5 años todos los atlas estatales para incluir en ellos un análisis específico del impacto del cambio climático sobre las especies, incluyendo los principales escenarios climáticos.

Y, por supuesto, siendo muy conscientes de que la lucha contra el cambio climático va mucho más allá de una ley: hemos de conseguir que impregne toda la política, todas las acciones y todas las decisiones que se tomen en cualquier ámbito de la vida. La realidad es tozuda, y nos indica la urgencia de tomar medidas mucho más drásticas. Pero, también, es tozuda señalándonos la existencia de un negacionismo climático que cuenta, lamentablemente, con buena salud. Y no sólo en la representación institucional: existe también en la sociedad, y eso es lo peligroso. En este sentido, la aritmética parlamentaria marca los límites de lo que podemos conseguir, pero si conseguimos que estas medidas y este marco de lucha por la supervivencia sea asumido por la mayoría social la fuerza para implantar medidas radicales será imparable.

Seamos, igualmente, conscientes de que encontraremos dificultades y contradicciones en el camino: estamos debatiendo y reflexionando mucho estos días sobre los proyectos de parques eólicos y la necesidad de equilibrar la necesidad de transitar hacia un horizonte 100% renovable con la evidente necesidad de proteger los ecosistemas más frágiles y las zonas rurales. No es fácil, pero es ineludible.

También asistimos a una fuerte contestación a la minería extractiva que, en nuestro país, está viviendo un momento álgido en la petición de permisos en un contexto en que las materias primas, provenientes tradicionalmente de China, empiezan a escasear por la negativa del país asiático a seguir exportando al ritmo llevado hasta ahora. Es urgente, por tanto, diseñar cómo será esa transición energética para la que son imprescindibles determinados minerales y el garantizar la protección de los territorios.

La Ley de Cambio Climático plantea la necesidad de tener en cuenta estos retos señalados como ejemplo, y algunos más. Pero la solución no será fácil y requerirá de altas dosis de trabajo, estudio y participación social.

Ese es nuestro reto: pedagogía, formación y traslación de que es posible construir una alternativa a este sistema que nos aboca al desastre. Unidad de acción y trabajo con colectivos, organizaciones ecologistas, sociales y sindicales para que la lucha contra el cambio climático sea línea de base en toda política que se proponga. Sin renunciar, téngase claro, a ninguno de los objetivos que como organización nos marcamos y que estamos seguras de que se alcanzarán más pronto que tarde.

Acabamos de conseguir una herramienta poderosa, no caigamos en la frustración y la melancolía: para quien camina siempre hay un sol amaneciendo.

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